Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren
en la oración. Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la
hospitalidad. Romanos 12:12-13
Nunca antes había apreciado tanto la palabra «servicio» como en el viaje
misionero al Perú. Un viaje que me dejó muchas enseñanzas y experiencias. Que me
hizo reflexionar, valorar y reconocer que tengo el mejor Padre del mundo, Dios,
y que soy bendecida de verdad.
El Señor hubiera podido determinar que tú y yo naciéramos en un hogar con
extrema pobreza. Sin embargo, no fue así. Es posible que ahora estés pasando
necesidades, yo también las he vivido en etapas de mi vida. Con todo, nunca ha
sido una vida de grandes miserias.
Jamás seremos capaces de entender y valorar tanto esto como cuando tenemos
contacto con la necesidad de otros. Eso fue lo que vimos en la visita que
hicimos a la plaza de Canadá, en el Callao, durante este viaje misionero. La
vida sencillamente no vale nada. Hay calles a las que ni las autoridades pueden
entrar porque allí reinan la droga, la prostitución y la inseguridad.
Cuando llegamos, la gente nos miraba con extrañeza. No obstante, a medida que
pasábamos horas en el lugar, se acercaban a nosotros. En esa plaza se realizaron
servicios evangelísticos donde cada noche más de ciento ochenta personas
recibieron a Jesús. Además, se les llevó servicio médico bajo carpa y se les
entregaron medicinas y ropas. Daba gusto ver las caras de felicidad y
agradecimiento.
Cuando tengas la oportunidad de servir, no lo dudes ni un instante. Es el
mejor regalo que puedes darle a la humanidad.
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