Lee 1 Pedro 2.8-10
Tú y yo hemos luchado contra sentimientos de incompetencia. La percepción de
la incompetencia personal persiste debido a que tenemos inadecuada comprensión
del papel que Dios debe jugar en nuestra vida.
La valoración de una persona puede compararse con el valor del dinero. Piensa
por un momento que tienes un billete de un dólar que está gastado, roto y
defectuoso. El hecho de que ya no sea nuevo no disminuye su valor. No importa
cómo luzca, su valor permanece sin cambio simplemente porque lo estableció quien
lo hizo; es decir, el gobierno de los Estados Unidos. Siempre valdrá un dólar y
se le puede usar para comprar cualquier cosa que puede adquirirse normalmente
con un dólar.
Un cliente en un establecimiento se molestaría mucho si presentara un billete
de cien dólares desgastado por sus artículos o servicio y el comerciante
respondiera: «Lo lamento, sólo lo puedo tomar a un valor de cincuenta dólares
porque su billete está rasgado y roto». El cliente llegaría a la conclusión de
que el comerciante está loco.
Hay algo en cada billete que lo diferencia de cualquier otro: Su número de
serie. Ningún otro billete tiene ese número. Dios estableció tu valor cuando te
creó. Él nos hizo a cada uno único. Lo honras cuando aceptas tu singularidad.
Además, así como el gobierno crea billetes con diversas denominaciones, Dios nos
creó con la variedad que necesitamos para cumplir el propósito designado para
cada uno.
Tú tienes un valor único y un destino diferente. Antes de que Dios te creara,
tenía un plan para que tu vida se dedicara de acuerdo a su plan soberano para
ti.
No hay necesidad de que te sientas incompetente al lado de nadie cuando
tienes una relación íntima con el que creó a todos. Alguien dijo una vez: «El
que se postra ante Dios, puede estar de pie ante cualquiera».
Reflexión:
Reconozco que soy de inmenso valor ante Dios, por tanto mantendré una
relación íntima con Él.
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