Leer: Salmo 148:1-6 | La Biblia en un año: 2 Samuel 3–5; Lucas 14:25-35
Alabadle, sol y luna; Alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas (v. 3).
Las puestas de sol. Las personas suelen dejar lo que están
haciendo para observarlas… les sacan fotos… disfrutan de la hermosa
vista.
Hace poco, mi esposa y yo miramos cómo el sol se ponía sobre el Golfo
de México. Estábamos rodeados de una multitud que se había reunido en
la playa para observar este fenómeno nocturno. Cuando el sol desapareció
por completo en el horizonte, todos empezaron a aplaudir.
¿Por qué la gente responde de esa manera? El libro de los Salmos nos
ofrece un indicio. El salmista escribió cómo Dios le ordena al sol que
alabe a su Creador (Salmo 148:3). Y, dondequiera que los rayos del sol
brillan sobre la Tierra, las personas se sienten inspiradas a alabar
junto a ellos.
La belleza de la naturaleza habla a nuestra alma como pocas otras
cosas. No solo puede hacernos parar en seco y captar nuestra atención,
sino que también tiene el poder de hacernos mirar al Creador de esa
belleza.
La maravilla de la vasta creación de Dios puede llevarnos a hacer una
pausa y recordar lo que es verdaderamente importante. En última
instancia, nos recuerda que, detrás de la espectacular entrada y salida
del día, hay un Creador que amó de tal manera al mundo que hizo que
entrara en él para redimirlo y restaurarlo.
Disfruto del mundo que creaste, con su variedad y su color. ¡Me asombras, Señor!
Únete a Dios y deléitate en todo lo que Él ha hecho.
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