Leer: Salmo 116:1-9 | La Biblia en un año: 2 Samuel 19–20; Lucas 18:1-23
Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto… (Santiago 1:17).
Mi amiga Gloria nos llamó entusiasmada. No podía salir de su casa,
excepto para ir al médico. Así que entendí su alegría cuando me dijo:
«Mi hijo acaba de conectar parlantes a mi computadora. ¡Ya puedo ir a la
iglesia!». Ahora, podía escuchar la transmisión en vivo de la reunión.
No paraba de hablar de la bondad de Dios y del «mejor regalo que mi hijo
podría haberme dado».
Gloria me enseña a tener un corazón agradecido. A pesar de sus
limitaciones, da gracias por las pequeñas cosas: los atardeceres, los
familiares y vecinos serviciales, los momentos a solas con Dios, la
posibilidad de vivir en su casa. Dios siempre le proveyó lo que
necesitaba, y ella les habla del Señor a todos los que la visitan o la
llaman.
No sabemos qué dificultades tenía el autor del Salmo 116. Algunos
dicen que probablemente fuera una enfermedad, ya que afirma: «Me
rodearon ligaduras de muerte» (v. 3). Sin embargo, el salmista dio
gracias al Señor por ser misericordioso y compasivo cuando estaba
«postrado» (vv. 5-6).
Cuando estamos postrados, puede ser difícil levantar la mirada. Sin
embargo, si lo hacemos, vemos que Dios es el que nos da todo lo bueno
que tenemos, y aprendemos a darle gracias.
¿Qué pagaré al Señor por todos sus beneficios para conmigo? […] Te ofreceré sacrificio de alabanza… Salmo 116:12, 17
La alabanza a Dios surge naturalmente cuando miras todo lo que tienes.
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