Leer: Nehemías 2:1-9 | La Biblia en un año: 2 Samuel 14–15; Lucas 17:1-19
Cercano está el Señor a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras (Salmo 145:18).
Papá era un hombre de pocas palabras. Tenía daño auditivo debido a
años de servicio militar, y usaba audífonos. Una tarde, mientras Mamá y
yo hablábamos un poco más de lo que a él le parecía necesario, Papá
respondió bromeando: «Siempre que quiero un poco de paz y silencio, lo
único que tengo que hacer es esto». Levantó las manos, apagó sus
audífonos y cerró los ojos, con una sonrisa serena.
Nos reímos. Para él, ¡la conversación había terminado!
Esto me recuerda cuán diferente es Dios de nosotros. Él siempre
quiere escuchar a sus hijos. Una de las oraciones más breves de la
Biblia resalta esta idea. Un día, Nehemías, siervo del rey Artajerjes de
Persia, estaba visiblemente triste. Cuando el rey le preguntó qué
sucedía, Nehemías confesó que se debía a que Jerusalén, la ciudad
conquistada de sus ancestros, estaba en ruinas. Nehemías relata: «Me
dijo el rey: ¿Qué cosa pides? Entonces oré al Dios de los cielos, y dije
al rey…» (Nehemías 2:4-5, énfasis añadido).
La oración de Nehemías duró solo un momento, pero Dios la escuchó. En
ese momento, Artajerjes le concedió a Nehemías el pedido de reconstruir
la ciudad.
¿No es reconfortante saber que a Dios le importa y que escucha todas nuestras oraciones… desde la más breve a la más larga?
Gracias, Padre, por bendecirme con el privilegio de la oración.
Dios es lo suficientemente grande como para escuchar la voz más débil.
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