Leer: Mateo 18:23-35
La Biblia en un año: 1 Reyes 21–22; Lucas 23:26-56
… De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros (Colosenses 3:13).
Llegué temprano a mi iglesia para ayudar a preparar todo para una
actividad, y vi a una mujer llorando al otro lado del salón. Como en el
pasado había chismeado sobre mí con crueldad, me apuré a ahogar sus
sollozos con una aspiradora. ¿Por qué iba a preocuparme por alguien que
no me quería?
Entonces, el Espíritu Santo me recordó cuánto me había perdonado
Dios, y crucé la sala. La mujer me dijo que hacía meses que su beba
estaba en el hospital. Lloramos, nos abrazamos y oramos por su hija.
Después de resolver nuestras diferencias, ahora somos buenas amigas.
En Mateo 18, Jesús compara el reino de los cielos con un rey que
decidió ajustar cuentas. Un siervo que debía una cantidad exorbitante de
dinero rogó pidiendo clemencia. Poco después de que el rey cancelara su
deuda, ese siervo buscó y condenó a un hombre que le debía mucho menos.
Cuando el rey se enteró, envió al siervo malvado a la cárcel por su
propio espíritu rencoroso (vv. 23-34).
La decisión de perdonar no justifica el pecado, no excusa el mal que
se nos hizo ni minimiza nuestras heridas. Simplemente, nos libera para
disfrutar del regalo inmerecido de la misericordia divina, cuando
permitimos que el Señor haga su obra de gracia y restaure la paz en
nuestras vidas y relaciones.
Señor, ayúdanos a perdonar por completo y con sinceridad.
Perdonar a los demás expresa nuestra confianza en el derecho de Dios a juzgar según su perfección y su bondad.
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