Leer: Romanos 3:10-26
La Biblia en un año: 2 Crónicas 1–3; Juan 10:1-23
Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (v. 23).
La palabra disfuncional suele usarse para describir personas,
familias, relaciones, organizaciones e incluso gobiernos. Mientras que
funcional significa algo que funciona como es debido, disfuncional es lo
opuesto: algo roto, que no se desempeña bien.
En su carta a los romanos, el apóstol Pablo comienza describiendo una
humanidad espiritualmente disfuncional (1:18-32). Esta rebelión es
generalizada: «Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay
quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. […] Por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (3:12, 23).
La buena noticia es que somos «justificados gratuitamente por su
gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús […] por medio de la
fe» (vv. 24-25). Cuando invitamos a Cristo a nuestra vida y aceptamos
su perdón, Él comienza a transformarnos. No nos volvemos perfectos de
inmediato, pero ya no tenemos por qué seguir en un estado roto y
disfuncional.
A través del Espíritu Santo, recibimos fuerza a diario para honrar a
Dios con lo que decimos y hacemos, y para despojarnos «del viejo hombre
[…] y [renovarnos] en el espíritu de [nuestra] mente, y [vestirnos] del
nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad»
(Efesios 4:22-24).
Señor, acudimos a ti en busca de restauración y fuerzas.
Acercarnos a Cristo nos ayuda a vivir de acuerdo a su diseño original.
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