Leer: Hebreos 4:14-16
La Biblia en un año: Salmos 4–6; Hechos 17:16-34
Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en el Señor mi esperanza… (Salmo 73:28).
Una mujer que deseaba orar, tomó una silla vacía y se arrodilló
delante de ella. Con lágrimas en los ojos, exclamó: «Padre celestial,
por favor, siéntate aquí; ¡necesitamos hablar!». Después, mirando
directamente el espacio sobre la silla vacía, oró. Ella demostró
confianza al acercarse al Señor; imaginó que Él estaba sentado en la
silla y creyó que escuchaba su petición.
Nuestro tiempo con Dios es un momento importante, cuando estamos con
el Todopoderoso. Dios se acerca a nosotros cuando acudimos a Él
(Santiago 4:8). Nos aseguró: «Yo estoy con vosotros todos los días»
(Mateo 28:20). Nuestro Padre celestial siempre quiere que nos acerquemos
a Él y está listo para escucharnos.
A veces, nos cuesta orar, porque nos sentimos cansados, somnolientos,
enfermos y débiles. Sin embargo, Jesús entiende nuestras debilidades y
tentaciones (Hebreos 4:15). Por eso, podemos acercarnos «confiadamente
al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para
el oportuno socorro» (v. 16).
Señor, gracias porque puedo orar a ti en cualquier momento y lugar. Pon en mi corazón el deseo de acercarme a ti. Quiero aprender a acudir a ti con fe y confianza.
Dios está en todas partes, disponible en todo momento, y siempre escucha.
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