Leer: Eclesiastés 3:1-14
La Biblia en un año: Salmos 26–28; Hechos 22
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora (v. 1).
Hace poco, mientras viajaba en avión, observé a una madre y sus
hijos. Uno de los pequeños jugaba tranquilo, y ella miraba a los ojos a
su recién nacido, le sonreía y le acariciaba la mejilla. Él la
contemplaba extasiado. Disfruté del momento con cierta melancolía, al
pensar en mis propios hijos a esa edad y en la etapa que ya había
pasado.
Sin embargo, reflexioné sobre las palabras del rey Salomón en el
libro de Eclesiastés sobre «cada actividad bajo el cielo» (3:1 NTV).
Mediante una serie de opuestos, él expresa que «todo tiene su tiempo»
(v. 1): «tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo
de arrancar lo plantado» (v. 2). Quizá el rey Salomón se desesperaba en
esos versículos al ver lo que percibía como el ciclo insignificante de
la vida. Pero también reconoció el rol de Dios en cada etapa: que
nuestro trabajo es un «don de Dios» (v. 13) y que «todo lo que Dios hace
será perpetuo» (v. 14).
Podemos recordar épocas de nuestra vida con nostalgia, como cuando
recordaba a mis hijos cuando eran bebés. Sin embargo, sabemos que el
Señor promete estar con nosotros en cada etapa de nuestra vida (Isaías
41:10). Podemos contar con su presencia y descubrir que nuestro
propósito está en caminar con Él.
Señor, gracias porque me guías a través de cada etapa y siempre estás conmigo.
Dios nos concede cada etapa de nuestra vida.
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