Fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo.
Ayer analizamos que los ángeles existen y la Biblia registra su existencia. Sin embargo, hay personas que se desvían con este asunto. Estudian los ángeles más que la misma Biblia. Los endiosan y hablan de los milagros que hicieron los ángeles en sus vidas. Así que dejan a Dios en un segundo plano. Debemos reconocer que los ángeles existen, pero sin olvidarnos de Dios.
Nada ni nadie debe ser más importante en nuestras vidas que Dios.
Me impresionó mucho saber que el diablo no es como lo pintan: rojo, con cuernos y cola. Resulta que el diablo era un ángel muy hermoso llamado Lucero, o Lucifer, que significa «hijo de la mañana». Su gran pecado fue su enorme egoísmo y su deseo de igualarse a Dios o estar por encima de Él. Deseaba que lo adoraran y le reconocieran como a Dios.
A raíz de esto, se formó una gran batalla en el cielo y expulsaron de allí a Lucifer y la tercera parte de ellos, a los que se les conoce como ángeles caídos. A partir de ese momento, Satanás se convirtió en el príncipe de este mundo que solo desea robar, matar y destruir.
Por eso debemos entender que el enemigo quiere siempre hacernos daño. Entonces, cuando nos quiere tentar y hacer caer, se presenta con cosas agradables y llamativas, pues quiere engañarnos.
Por eso, mi invitación hoy es a que nos pongamos la armadura de Dios, a fin de estar firme contra todas las cosas que trama el diablo en nuestra contra.
Un Día a la Vez Copyright © by Claudia Pinzón
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