Dulce y amargo
Leer: Salmo 119:65-72 | La Biblia en un año: Jueces 19–21 Lucas 7:31-50
Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos (v. 68).
A algunos les gusta el chocolate amargo, y otros prefieren el
dulce. A los antiguos mayas, en América Central, les encantaba beber
chocolate, y le agregaban chile para darle más sabor. Les gustaba esta
«agua amarga», como la llamaban. Muchos años después, se llevó a España,
pero los españoles preferían el chocolate dulce. Entonces, le agregaron
azúcar y miel para contrarrestar el sabor amargo natural.
Como el chocolate, los días pueden ser amargos o dulces. Un monje francés, del siglo xvii, llamado Hermano Lorenzo, escribió: «Si supiéramos cuánto nos ama [Dios], estaríamos siempre dispuestos a recibir igualmente […] de su mano lo dulce y lo amargo». ¿Aceptar igual lo dulce y lo amargo? ¡Qué difícil! ¿De qué habla? La clave está en el carácter de Dios. El salmista dijo: «Bueno eres tú, y bienhechor» (Salmo 119:68).
Los mayas también valoraban el chocolate amargo por sus propiedades medicinales y curativas. Los días amargos también tienen su valor. Nos revelan nuestras debilidades y ayudan a depender más de Dios. Como escribió el salmista: «Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos» (v. 71). Seguros de la bondad de Dios, abracemos hoy la vida, y digamos: «Bien has hecho con tu siervo, oh Señor, conforme a tu palabra» (v. 65).
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A los antiguos mayas, en América Central, les encantaba beber chocolate, y le agregaban chile para darle más sabor.
Como el chocolate, los días pueden ser amargos o dulces. Un monje francés, del siglo xvii, llamado Hermano Lorenzo, escribió: «Si supiéramos cuánto nos ama [Dios], estaríamos siempre dispuestos a recibir igualmente […] de su mano lo dulce y lo amargo». ¿Aceptar igual lo dulce y lo amargo? ¡Qué difícil! ¿De qué habla? La clave está en el carácter de Dios. El salmista dijo: «Bueno eres tú, y bienhechor» (Salmo 119:68).
Los mayas también valoraban el chocolate amargo por sus propiedades medicinales y curativas. Los días amargos también tienen su valor. Nos revelan nuestras debilidades y ayudan a depender más de Dios. Como escribió el salmista: «Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos» (v. 71). Seguros de la bondad de Dios, abracemos hoy la vida, y digamos: «Bien has hecho con tu siervo, oh Señor, conforme a tu palabra» (v. 65).
Señor, ayúdame a ver tu bondad en las dificultades.
Dios es bueno.
A los antiguos mayas, en América Central, les encantaba beber chocolate, y le agregaban chile para darle más sabor.
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