Leer: Salmo 136:1-9 | La Biblia en un año: Mateo 23:1-22
Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos (Salmo 19:1).
Hoy me crucé con una pequeña flor púrpura que crecía solitaria en
una pradera, la cual, citando la maravillosa frase del poeta Thomas
Gray, «desperdiciaba su dulzura en el aire del desierto». Estoy seguro
de que nadie la había visto antes y que quizá nadie la vuelva a ver.
Pensé: ¿Por qué esta belleza en este lugar?
La naturaleza nunca está de más, ya que exhibe diariamente la verdad,
la bondad y la hermosura de Aquel que la creó. Cada día, nos declara de
forma novedosa y renovada la gloria de Dios. ¿Veo al Señor a través de
esa belleza o simplemente la miro y sigo indiferente mi camino?
Nuestra respuesta puede ser alabanza, adoración y gratitud ante el
brillo de un aciano, el esplendor de un amanecer, la simetría de un
cierto árbol.
El escritor C. S. Lewis describe una caminata por el bosque durante
un cálido día de verano. Acababa de preguntarle a su amigo cómo cultivar
un corazón agradecido a Dios. Su compañero de excursión se dirigió a un
arroyo cercano, se mojó la cara y las manos, y preguntó: «¿Por qué no
empezar con esto?». Lewis dijo que allí aprendió un gran principio:
«Empieza donde estés».
Una pequeña cascada, el viento en las hojas, un pequeño ruiseñor, una
flor diminuta. ¿Qué tal si empezamos a dar gracias por estas cosas?
Señor, gracias porque tu belleza se refleja en la naturaleza.
«[Dios] es la belleza detrás de todo lo bello». Steve DeWitt
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