Leer: Salmo 4:1-8
La Biblia en un año: 1 Reyes 8–9; Lucas 21:1-19
Sabed, pues, que el Señor ha escogido al piadoso para sí… (v. 3).
Es casi imposible que haya un día sin que alguien nos desprecie,
nos ignore o nos denigre de alguna manera. A veces, el daño es incluso
autoinfligido.
Los enemigos de David respiraban amenazas: lo intimidaban y lo
golpeaban con insultos. Su sentido de valía y bienestar se había
desplomado (Salmo 4:1-2), y pedía alivio de su angustia.
Entonces, David recordó: «Sabed, pues, que el Señor ha escogido al
piadoso para sí» (v. 3). Distintas versiones intentan captar la plena
esencia de la afirmación audaz de David, y traducen «piadoso» como «al
que le es fiel». La palabra hebrea aquí es jasíd, que se refiere al
pacto de amor de Dios, y podría traducirse: «aquellos a quienes Dios
amará siempre y por siempre».
Esto es lo que nosotros también debemos recordar: Dios nos ama para
siempre, nos separó de una manera especial y nos ama como a su propio
Hijo. Nos ha llamado a ser sus hijos por toda la eternidad.
En lugar de desesperar, podemos recordar el amor que nos prodiga
nuestro Padre. Somos sus hijos amados. Al final, no habrá desesperación,
sino paz y gozo (vv. 7-8). Él nunca nos abandona ni deja de amarnos.
Padre celestial, las palabras de los demás pueden herirnos profundamente. Tus palabras nos sanan y nos consuelan, y nos aseguran que nos amas para siempre.
«La verdadera medida del amor de Dios es que nos ama sin medida».
B. de Claraval
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