Leer: Zacarías 3
La Biblia en un año: 1 Crónicas 4–6; Juan 6:1-21
… Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala (v. 4).
Cuando mis hijos eran pequeños, jugaban en nuestro empapado jardín
inglés y se llenaban de barro. Por su bien y el bien de mi suelo, les
quitaba la ropa antes de entrar y los llevaba a bañar. Al agregar jabón,
agua y abrazos, pronto pasaban de la suciedad a la limpieza.
En una visión dada a Zacarías, vemos a Josué, el sumo sacerdote,
vestido con harapos que representaban el pecado y las malas obras
(Zacarías 3:3). Sin embargo, el Señor lo limpiaba, le quitaba la ropa
sucia y lo cubría de prendas costosas (3:5). La mitra limpia y la túnica
mostraban que el Señor le había quitado sus pecados.
Dios también puede limpiarnos, al librarnos de nuestras malas obras
mediante la obra salvífica de Jesús. Como resultado de su muerte en la
cruz, el pecado que nos embarra puede ser lavado y podemos recibir las
ropas de los hijos de Dios. Ya no nos definen nuestros pecados (la
mentira, el chisme, el hurto, la codicia, etc.), sino que podemos
apropiarnos de los nombres que Dios da a aquellos que ama: restaurado,
renovado, limpio, libre.
Pídele a Dios que te quite cualquier harapo que estés usando, para
que puedas vestirte de las ropas reales que tiene reservadas para ti.
Señor Jesús, gracias por el regalo de aceptación y amor que nos diste al morir en la cruz.
¿Quién puede lavar mis pecados? ¡Jesús!
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