De santos y pecadores
Leer: Lucas 22:54-62 La Biblia en un año: 1 Reyes 8–9 Lucas 21:1-19
Le dijo [Jesús] la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro […] respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo… (Juan 21:17).
Antes de seguir los pasos de Juan el Bautista de vivir en el desierto, María de Egipto (c 344-421 d.C.) pasó su juventud en placeres ilícitos. En el clímax de su sórdida carrera, viajó a Jerusalén para tratar de corromper a los peregrinos, pero allí sintió la profunda convicción de su pecado, y después, vivió en arrepentimiento y soledad en el desierto. Su transformación radical ilustra la magnitud de la gracia de Dios y el poder restaurador de la cruz de Cristo.
Pedro, el discípulo, negó a Jesús tres veces. Horas antes, había declarado su disposición a morir por Él (Lucas 22:33), por lo que tomar conciencia de su fracaso fue un golpe aplastante (vv. 61-62). Después de la resurrección de Jesús, Pedro estaba pescando cuando el Señor apareció y le dio a su discípulo una oportunidad de declararle su amor tres veces; una por cada negación (Juan 21:1-3). Luego, le encargó que se ocupara de su pueblo (vv. 15-17). El resultado de esta asombrosa demostración de gracia fue que Pedro desempeñara un papel clave en la edificación de la iglesia. Y al final, entregó su vida por Cristo.
Nuestras biografías podrían empezar con una lista de fracasos y derrotas, pero la gracia de Dios siempre ofrece un final distinto, ya que Él nos redime y nos transforma.
¿Cómo puedes mostrar la gracia de Dios a los demás?
La gracia de Dios nos transforma de pecadores en santos.
Antes de seguir los pasos de Juan el Bautista de vivir en el desierto, María de Egipto pasó su juventud en placeres ilícitos.
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