¿Por qué más de cinco millones de personas cada año pagan para correr varios kilómetros por un recorrido con obstáculos, subiendo paredes verticales, caminando en el barro y trepando por el interior de un caño mientras les cae agua? Algunos lo consideran un desafío para mejorar su resistencia o vencer sus miedos. Para otros, el atractivo está en el trabajo en equipo, donde los competidores se ayudan unos a otros. Alguien lo denominó «zona del no juzgamiento», donde personas que no se conocen se auxilian mutuamente para terminar la carrera (Stephanie Kanowitz, The Washington Post).

La Biblia nos insta a dedicarnos a trabajar en equipo, como la forma de poner en práctica nuestra fe en Jesús: «considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca» (Hebreos 10:24-25).

En la carrera de la fe, nuestra meta no es «llegar primero», sino realizar acciones alentadoras tangibles, prestando una mano en el camino y dejando un ejemplo.

El día llegará en que nuestra vida en la Tierra termine. Hasta entonces, alentémonos unos a otros, estemos dispuestos a ayudar y sigamos tirando juntos todos los días.
Padre, danos fuerzas para correr juntos la carrera de la fe.
En la carrera de la fe, corremos juntos.


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¿Por qué más de cinco millones de personas cada año pagan para correr varios kilómetros por un recorrido con obstáculos, subiendo paredes verticales, caminando en el barro y trepando por el interior de un caño mientras les cae agua?