No me gusta el espejo
En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.
~ Salmo 17:15 (RV-60)
Parece extraño, pero es verdad. Hay personas que no son muy amigas del espejo.
Un día iba en el auto con mi princesa Niki y me dijo: «No me gusta ese espejo». Se refería al espejo que está arriba del asiento del pasajero. Así que le pregunté: «¿Por qué dices eso, mami?». A lo que me contestó con sinceridad: «Porque me muestra todo lo que tengo». En esos días, había estado con una gripe terrible y tenía ojeras. De inmediato, saqué una hojita y escribí la idea, pues va más allá de lo que imaginamos, sobre todo en el ámbito espiritual.
El espejo se menciona en seis versículos de la Biblia y, a decir verdad, no sé si es bíblico o no, pero tiene sentido lo que he escuchado: «Los ojos son el espejo del alma».
Hay espejos en los que nos vemos de tamaño regular, pero hay otros que vienen con aumento y esos nos muestran los mínimos detalles de la cara. Esos no me gustan. Otros espejos distorsionan la imagen y, por lo general, los vemos en las ferias porque es divertido. Sin embargo, ¡qué importante es el espejo! Te muestra tal como eres y prevé cualquier molestia… ¡ya sabes a lo que me refiero!
Sé que a veces lo que vemos en el espejo puede determinar nuestro estado de ánimo. Quizá se trate de unas libras de más o de una pérdida de peso.
Pensemos, pues, que del mismo modo que el espejo nos muestra cómo somos, también nuestra vida debería ser un espejo para los demás. Es decir, que quienes nos vean quieran ser iguales a nosotros porque reflejemos a Jesucristo.
Un Día a la Vez Copyright © by Claudia Pinzón
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