Leer: Hebreos 12:18-24
La Biblia en un año: Salmos 49–50; Romanos 1
… os habéis acercado […] a la congregación de los primogénitos… (vv. 22-23).
Aunque era solo una réplica, el tabernáculo en el sur de Israel
inspiraba reverencia. Construido de tamaño real y lo más cerca posible
de las especificaciones de Éxodo 25–27, se erguía en el desierto del
Neguev.
Cuando nos llevaron con el grupo turístico por el «lugar santo» hasta
el «lugar santísimo» para ver el «arca», algunos titubeamos. ¿No era
acaso este el lugar más santo, donde solo el sumo sacerdote podía
entrar? ¿Cómo podíamos entrar de manera tan simple?
Imagino el temor de los israelitas cada vez que se acercaban a la
tienda de reunión con sus sacrificios, sabiendo que estaban entrando en
la presencia del Todopoderoso. ¡Y cuán admirados estarían cada vez que
Dios tenía un mensaje para ellos, entregado a través de Moisés!
Hoy podemos acercarnos directamente a Dios con confianza, sabiendo
que el sacrificio de Jesús derribó la barrera entre nosotros y Dios
(Hebreos 12:22-23). Cada uno de nosotros puede hablar con Dios cuando
quiere, y escucharlo directamente al leer su Palabra. Disfrutamos de un
acceso directo que los israelitas ni soñaban. Que nunca lo desestimemos,
y que podamos valorar este asombroso privilegio de acercarnos al Padre
como sus hijos amados cada día.
Gracias, Padre, por poder acercarnos a ti, sabiendo que la sangre de Cristo nos perdonó y nos limpió.
A través de la oración, tenemos acceso directo a nuestro Padre.
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