Muchas veces, recordamos nuestros pecados y sentimos que tenemos que hacer algo para ganarnos el perdón de Dios. Pero el Señor dijo que es por gracia, y no obras, que somos salvos (Efesios 2:8-9). Al hablar de un nuevo pacto, Dios le prometió a Israel: «Perdonaré sus maldades y nunca más me acordaré de sus pecados» (Jeremías 31:34). Tenemos un Dios que perdona y no recuerda más el mal que hicimos.

Tal vez nos dé tristeza nuestro pasado, pero tenemos que confiar en su promesa y creer que su gracia y su perdón son reales a través de la fe en Jesucristo. Esta noticia debe llevarnos a la gratitud y la seguridad que trae la fe. Cuando Dios perdona, olvida.

Querido Señor, gracias por tu misericordia y por ofrecer salvación y perdón a través de Cristo. Gracias por este regalo que no depende de nada que yo haga.

La gracia y el perdón son dones inmerecidos.


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