Leer: 2 Crónicas 20:14-22
La Biblia en un año: 2 Crónicas 32–33; Juan 18:19-40
Cantad a Dios, cantad; cantad a nuestro Rey, cantad (Salmo 47:6).
¡Cantar transforma el cerebro! Algunos estudios muestran que,
cuando cantamos, nuestro cuerpo libera hormonas que alivian la ansiedad y
el estrés. Otro indica que, cuando varias personas cantan juntas, sus
latidos cardíacos se sincronizan.
El apóstol Pablo alentó a los creyentes a hablarse unos a otros con
salmos, himnos y cánticos espirituales (Efesios 5:19). Y, más de 50
veces, la Biblia nos anima a cantar salmos y alabanzas.
En 2 Crónicas 20, leemos cómo el pueblo de Dios confió en el Señor.
Frente a un inminente ataque, el rey Josafat convocó a la comunidad y la
guió en oración intensa. Ayunaron y clamaron: «no sabemos qué hacer, y a
ti volvemos nuestros ojos» (v. 12). Al día siguiente, salieron. No los
dirigían guerreros feroces, sino un coro. Creyeron la promesa de Dios de
que Él los libraría sin tener que pelear (v. 17).
Mientras cantaban y se dirigían al conflicto, ¡sus enemigos se
atacaron entre ellos! Cuando el pueblo de Dios llegó al campo de
batalla, la pelea había terminado. Dios salvó a su pueblo mientras este
marchaba por fe hacia lo desconocido, cantando alabanzas.
Ya sea que estemos marchando hacia una batalla o no, alabar a Dios
tiene el poder de cambiar nuestros pensamientos, nuestro corazón y
nuestra vida.
¡Dios, te alabamos por tu amor y tu fidelidad eternos!
El corazón en sintonía con Dios canta sus alabanzas.
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